Orgullosos de nuestra fe

Carlos Manuel Escribano Subías

Arzobispo de Zaragoza

Nuestra Iglesia diocesana de Zaragoza, a pesar de las dificultades de las que todos somos conscientes, es una Iglesia vigorosa. La visita pastoral que emprendí el curso pasado me ha ido mostrando una realidad que hay que agradecer con sincero corazón. Es mucho el trabajo que se realiza habitualmente en nuestras parroquias, arciprestazgos, vicarías, delegacio-nes diocesanas, congregaciones religiosas, familias cristianas, asociaciones, movimientos, hermandades, cofradías, centros educativos, centros sociosanitarios o lugares de atención a los más vulnerables. Trabajo realizado por hombres y mujeres creyentes, laicos, consagrados y sacerdotes que ponen cada día ilusión, dedicación, tiempo y buen hacer al servicio de los demás. Y siempre con la alegría propia de los evangelizadores con espíritu.

El compromiso de tantos nos hace sentirnos agradecidos y orgullosos. En efecto, orgullosos de nuestra fe y de tantos cristianos que se entregan sin descanso al servicio de los demás. Orgullosos de los frutos que se derivan de un compromiso constante, cuyas raíces están en el Evangelio y en el deseo de seguir a Jesús y de servir a los hermanos. Y lo sabemos bien: quien siente orgullo por algo debe reconocer que todo lo ha recibido de Dios, así que debe agradecérselo, y debe también reconocer que lo recibió sin merecerlo. Dice san Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte como si no lo hubieras recibido?» (1 Cor 4,7). Sí, estamos orgullosos y agradecidos. Orgullosos de nuestra fe y de nuestra gente y, a la vez, agradecidos con el Señor que nos mueve, por la acción del Espíritu Santo, a evangelizar en este momento de la historia.

En consonancia con el trabajo pastoral cotidiano, nuestro plan de pastoral diocesano VITA sigue brindando espacios y propuestas que, de un modo u otro, iluminan y favorecen la acción pastoral. Bajo un esquema sencillo que consiste en apostar por la renovación de nuestras comunidades cristianas, redescubriendo la vocación bautismal (la conversión pastoral personal y comunitaria a la que nos llama el papa Francisco), para intentar adentrarnos en el reto de evangelizar con audacia un nuevo contexto social que ha cambiado mucho, convirtiéndose en una tarea compleja y apasionante a la vez.

Para todo ello necesitamos de tu colaboración personal y también de medios materiales que nos permitan llevar adelante nuestra misión. A nadie le extraña, que aun ateniéndose a cri-terios de austeridad, la Iglesia necesite disponer de recursos económicos para atender debidamente al culto divino, a las tareas de evangelización, al cumplimiento de sus deberes de
solidaridad, al sostenimiento de numerosas obras de educación y a la promoción humana, asistencial y social que tiene a su cargo y que quedan reflejadas en los datos y testimonios que estas páginas nos presentan.

Muchas gracias, de verdad, por vuestro trabajo constante y por vuestro apoyo económico generoso y desinteresado. Juntos nos sentimos orgullosos de nuestra fe.

Orgullosos de nuestra fe

Carlos Manuel Escribano Subías

Arzobispo de Zaragoza

Nuestra Iglesia diocesana de Zaragoza, a pesar de las dificultades de las que todos somos conscientes, es una Iglesia vigorosa. La visita pastoral que emprendí el curso pasado me ha ido mostrando una realidad que hay que agradecer con sincero corazón. Es mucho el trabajo que se realiza habitualmente en nuestras parroquias, arciprestazgos, vicarías, delegacio-nes diocesanas, congregaciones religiosas, familias cristianas, asociaciones, movimientos, hermandades, cofradías, centros educativos, centros sociosanitarios o lugares de atención a los más vulnerables. Trabajo realizado por hombres y mujeres creyentes, laicos, consagrados y sacerdotes que ponen cada día ilusión, dedicación, tiempo y buen hacer al servicio de los demás. Y siempre con la alegría propia de los evangelizadores con espíritu.

El compromiso de tantos nos hace sentirnos agradecidos y orgullosos. En efecto, orgullosos de nuestra fe y de tantos cristianos que se entregan sin descanso al servicio de los demás. Orgullosos de los frutos que se derivan de un compromiso constante, cuyas raíces están en el Evangelio y en el deseo de seguir a Jesús y de servir a los hermanos. Y lo sabemos bien: quien siente orgullo por algo debe reconocer que todo lo ha recibido de Dios, así que debe agradecérselo, y debe también reconocer que lo recibió sin merecerlo. Dice san Pablo: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte como si no lo hubieras recibido?» (1 Cor 4,7). Sí, estamos orgullosos y agradecidos. Orgullosos de nuestra fe y de nuestra gente y, a la vez, agradecidos con el Señor que nos mueve, por la acción del Espíritu Santo, a evangelizar en este momento de la historia.

En consonancia con el trabajo pastoral cotidiano, nuestro plan de pastoral diocesano VITA sigue brindando espacios y propuestas que, de un modo u otro, iluminan y favorecen la acción pastoral. Bajo un esquema sencillo que consiste en apostar por la renovación de nuestras comunidades cristianas, redescubriendo la vocación bautismal (la conversión pastoral personal y comunitaria a la que nos llama el papa Francisco), para intentar adentrarnos en el reto de evangelizar con audacia un nuevo contexto social que ha cambiado mucho, convirtiéndose en una tarea compleja y apasionante a la vez.

Para todo ello necesitamos de tu colaboración personal y también de medios materiales que nos permitan llevar adelante nuestra misión. A nadie le extraña, que aun ateniéndose a cri-terios de austeridad, la Iglesia necesite disponer de recursos económicos para atender debidamente al culto divino, a las tareas de evangelización, al cumplimiento de sus deberes de
solidaridad, al sostenimiento de numerosas obras de educación y a la promoción humana, asistencial y social que tiene a su cargo y que quedan reflejadas en los datos y testimonios que estas páginas nos presentan.

Muchas gracias, de verdad, por vuestro trabajo constante y por vuestro apoyo económico generoso y desinteresado. Juntos nos sentimos orgullosos de nuestra fe.

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