Unidos contigo en la dificultad.

† Adolfo González Montes

Queridos diocesanos: estamos terminando un año difícil, que ha cambiado mucho la situación social de nuestro país por causa de esta pandemia que no cesa. De efectos desoladores, si tenemos en cuenta que se ha ocasionado la muerte de más de 50.000 personas, la mayoría mayores a los que ha impedido consumar su vida arropados por sus familias y rodeados de agradecimiento y cariño, y del sentimiento de cuantos las conocieron y trataron. Todos les encomendamos al Dios misericordioso y rezamos por su eterno descanso.

Un año en que la enfermedad ha quebrado mucho el bienestar de una sociedad avanzada como la nuestra, con un paro de 3,5 millones de personas. Las asociaciones solidarias y las parroquias han venido paliando la falta de ingresos familiares con los comedores de solidaridad fraterna y caridad cristiana. En esta situación social, con la actividad muy limitada después de un duro confinamiento y el parón de la producción, pensemos en la limitación de movimientos padecida por la Iglesia, con las parroquias prácticamente cerradas al culto, celebrando los sacerdotes en solitario en la iglesia parroquial, con algunos ayudantes en representación de toda la comunidad. Hemos querido acompañar a los enfermos y a los fallecidos, que el Señor misericordioso haya amorosamente en su seno con el corazón de padre que solo Él tiene. Se han realizado servicios exequiales con la oración en solitario del sacerdote ante un féretro acompañado por dos o tres allegados del finado. Han sido momentos muy difíciles, en los que la Iglesia ha reclamado el derecho a celebrar la fe, con las medidas sanitarias necesarias. 

No voy a repetir aquí cuanto vengo diciendo en las cartas a los diocesanos, las circulares sacerdotales y las orientaciones generales que he dado al ritmo de la pandemia. Sí quiero decir que el programa ha sido seguir estando presentes con vosotros, queridos diocesanos, para lograr ser una gran familia eclesial. Lo seremos así si vosotros nos ayudáis a lograr el objetivo; y seremos todos juntos, los pastores y fieles, religiosos y laicos, formando la comunidad diocesana que asume sus objetivos evangelizadores ahora, en tiempos difíciles, y cara al futuro, cumpliendo la voluntad de Dios. Consiste en acoger su palabra de salvación y obtener bien del mal que padecemos, humildes ante nuestras limitaciones. Ni lo podemos todo ni tampoco inventamos el mundo cada día. 

Nos hace mejores reconocer que necesitamos de los demás y ellos nos necesitan, compartiendo la fe y la generosidad de todos, buscando el camino para seguir adelante. Necesitamos saber hacia dónde vamos y la fe que ilumine nuestra vida y el horizonte de nuestro futuro. Lo nuestro es ofrecer a Dios como roca donde se asienta la casa común y fraterna que queremos construir entre todos, porque, renunciando a Dios, construiremos sobre arena. La Iglesia diocesana sigue haciendo lo que venía haciendo antes de la pandemia, aunque con especial cuidado para evitar la enfermedad, compartiendo tiempo, alegrías y tristezas, esperanzas y sufrimientos de cada momento. Compartiendo los haberes y recursos de vida, y sobre todo la oración. 

Cuando nos ayudamos con lo que tenemos, podemos dar más a los demás, y este año apenas ha entrado nada en la canastilla de las parroquias, cerradas más de medio año al culto. Los donativos son pocos, y gracias a la casilla de la cruz en la declaración de la renta vamos sobreviviendo, sin que crezca la capacidad de autofinanciación de nuestras parroquias. Nos falta el hábito de donar a la Iglesia, pero las necesidades espirituales se cubren también con soportes materiales que compartimos: edificios comunes diocesanos y parroquiales, servicios de mantenimiento, sostenimiento del culto y catequesis sacramental de niños y adultos, la sustentación y formación del clero, apostolado laical, y la atención a los más necesitados aumentando la acción de Cáritas con el lema del Papa: acoger, acompañar e integrar, para que la familia crezca en recíproca estima de sus miembros, y la evangelización avance en nuestra conflictiva sociedad, con el riesgo de que algunos pretendan imponer a los demás su visión de las cosas amenazando las libertades de todos. 

Con afecto y bendición.

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