Es mi hermano

† Jesús Fernández González
Obispo de Astorga

Un joven llevaba sobre los hombros a otro de su tamaño. Su peso, sumado al de la escayola que cubría una de sus piernas, lo hacía tambalear. De repente, se cruzó con una persona que, al ver el gesto, le dijo: «Pero, hombre, ¿cómo te cargas con un peso tan pesado?». El buen muchacho le contestó: «¡Es mi hermano!».

 

Los que tenemos la suerte de sentirnos acompañados por una familia –muchos no la tienen o al menos no la disfrutan– sabemos bien que lo normal es que, a alguno de sus miembros, le sobrevenga algún tipo de fragilidad. Y comprendemos bien que no podemos dejarlo abandonado, así que salimos en su auxilio y nos hacemos cargo de él. Lo hacemos, además, con sano orgullo, puesto que vemos, más allá de la fragilidad, la grandeza de una persona a la que seguimos amando, si cabe, con mayor intensidad.

Los cristianos, por el bautismo, nos convertimos en hijos de Dios y, al mismo tiempo, miembros de una gran familia que es la Iglesia. En su secular historia, la comunidad cristiana que
peregrina en Astorga ha vivido momentos gloriosos y otros con ciertas sombras, ha contado con santos y también con pecadores. Como madre, se siente orgullosa de aquellos, pero sin dejar de amar y de acoger misericordiosamente a estos. Y lo hace porque sigue los pasos de su fundador y maestro Jesucristo, quien pasó entre nosotros atendiendo a los enfermos y a los pobres y acogiendo y perdonando a los pecadores.

Siguiendo su estela, miles de voluntario es a atender a enfermos y necesitados, a apoyar escolarmente a los niños, a acompañar a víctimas de la trata, a liberar a adictos de sus dependencias. Muchos colaboran a través de los ministerios laicales como catequistas, moderadores de celebraciones dominicales en espera de presbítero, lectores y cantores,sacristanes... Otros ayudan con su oración y su aportación económica para sostener todos los proyectos en marcha e incluso para iniciar otros en favor de los hermanos. Nuestra Iglesia sirve también al pueblo santo de Dios y a nuestra sociedad a través de instituciones benéficas como Cáritas, Manos Unidas, Fundación San Genadio, Fundación CALS-Proyecto Hombre, Hogar San José, etc.

Desde aquí, y en nombre de esta Iglesia diocesana, quiero mostrarles mi gratitud y decirles que nos sentimos orgullosos de la fe que cada día los moviliza para construir la comunidad y
para servir a nuestros hermanos. Y, cómo no, afirmamos, con humildad y sin arrogancia, el orgullo de pertenecer a esta Iglesia que, siendo santa y pecadora a la vez, se hace cargo
también de los frágiles de este mundo a los que atiende, pues son sus hijos y sus hermanos. Los datos y las reflexiones que a continuación les ofrecemos lo demuestran.

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