¡Gracias, Iglesia, por tanto!

† Mario Iceta Gavicagogeascoa 

Queridos hermanos y hermanas: hoy, cuando celebra mos el Día de la Iglesia Diocesana, solo puedo ex presar –a viva voz y con toda el alma– el latido más  profundo que mi corazón siente: «Gracias por tanto».  

Decía santa Teresa de Calcuta que «las palabras amables pue den ser cortas y fáciles de decir, pero sus ecos son realmente  infinitos». Y es ahí, en el eco de una amable y sincera acción  de gracias, atravesando el puente que separa la petición de  la gratitud, donde deseo poner hoy mi vida, mi ministerio, mi  palabra de pastor. 

Desde siempre, al día que hoy conmemoramos le han acom pañado cuatro pilares fundamentales: oración, tiempo, cuali dades y corresponsabilidad económica. Contrafuertes de una  Iglesia que, como ha subrayado el papa Francisco en varias  ocasiones, es «un hospital de campaña» capaz de agrandar se para acoger a todos. 

En la oración reconocemos que Dios habla en el silencio; un  silencio que posibilita la escucha, que da sentido y plenitud.  Necesitamos la oración, ese «encuentro de la sed de Dios y de  la sed del hombre», como decía san Agustín, para alimentar  la respiración de nuestra vida espiritual. 

La parroquia necesita, también, de nuestro tiempo. Tiempo  para ponernos al servicio de los demás, para ponernos a los  pies de nuestros hermanos siempre que haya una herida que  curar, una mirada que acompañar o un corazón que consolar.  Si la oración es la llave que abre el corazón de Dios ( San Pio de Pietrelcina), el tiempo que entregamos va moldeando el  corazón de la Iglesia. 

Y, para ello, hemos de aportar lo que somos y tenemos. «Con  la fatiga y el sufrimiento, con una vida conforme al Evangelio,  con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventu ranzas» (Evangelii nuntiandi, n. 10), proclamando el Reino de  Dios y su justicia; de manera que puedan decir de nosotros,  como lo hicieron del Señor, «todos daban buen testimonio de  él, maravillados de las palabras llenas de gracia que salían  de su boca» (Lc 4, 22). 

Finalmente, para este día, es importante también nuestra co rresponsabilidad económica. Esta Iglesia que peregrina en  Burgos ha sido siempre un caudal inigualable de gratitud y  de generosidad. Las cifras las sostienen, de principio a fin, las  personas, merced a ese amor que soporta todo y que no teme  a nada. Pero es necesario nuestra colaboración para sostener  como se merece nuestra Casa Común que celebra la liturgia,  sostiene el amor a los hermanos, fomenta la comunión, pro clama la misericordia de Dios y sirve a los más necesitados. 

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