Todos los católicos formamos parte de la Iglesia insertados por medio del bautismo, formando una comunidad de fe, esperanza y caridad, la familia de los hijos de Dios. Y vivimos nuestra fe personal en la comunidad.
Como católicos, debemos contribuir a fortalecer nuestra comu nidad cristiana, nuestra parroquia y nuestra diócesis. Nuestra aportación es fundamental y redunda en beneficio de todos, me diante el cumplimiento de los fines de la Iglesia.
Cómo ofrecernos en nuestras parroquias como miembros de nuestra Iglesia es una pregunta con múltiples respuestas y posi bilidades, pero siempre habrá una para cada uno de nosotros. Porque haremos, simplemente, lo que hacemos en nuestra propia casa, en nuestra familia doméstica, pero convirtiendo nuestra parroquia en nuestra otra casa, nuestra otra familia. ¿Qué po demos hacer? En primer lugar, ofrecer nuestra oración, rezar por ella, por sus sacerdotes, por sus niños, por sus mayores, sus catequistas, voluntarios y animadores de la vida parroquial; a través de todos ellos nos llega el mensaje de salvación de Jesús. En segundo lugar, podemos ofrecerle nuestro tiempo. ¡Qué mejor manera que implicarnos y dedicarle nuestro tiempo a nuestra otra casa! Seamos voluntarios en aquello en lo que podamos colaborar, en la cáritas parroquial, en la catequesis, en las tareas administrativas o económicas de la parroquia, tan importantes para dar un gran ejemplo de transparencia. Por eso, en tercer lugar, podemos ofrecer nuestras cualidades, devolviendo al Señor esos dones que Él nos ha dado, usándolos para el bien común.
Pero no podemos olvidar otro aspecto, pues las necesidades que existen en estos difíciles tiempos son muchas; como muchas son las familias nece sitadas; nuestras parroquias necesitan nuestra colabora ción, sí, pero también nues tra ayuda material; la parro quia, nuestra casa, soporta gastos imprescindibles, debe sustentar a nuestro párroco, se vuelca en la ayuda de los necesitados, debe asumir el coste de los suministros y las reformas necesarias para poder atender mejor a los fieles, para poder vivir plenamente nuestra vida comunitaria y sacramental.
Agradezcamos a Dios el habernos llamado a su santa Iglesia en nuestra diócesis de Córdoba, que está muy viva gracias a vues tra contribución. Gracias, queridos fieles diocesanos, por sentir la diócesis como vuestra, por sentiros miembros activos de la Iglesia. Que Dios os bendiga siempre.
Con el afecto de vuestro obispo.