Gratitud y caridad van de la mano: dar gracias genera una cadena de bondad recíproca y de paz solidaria. Damos gracias cuando no podemos devolver directamente el bien recibido a nuestro bienhechor o porque recibimos algo inmereci damente. Quien da gracias se sabe deudor, no ya de lo que recibe ni de la persona que lo da, sino del amor con que se lo da. Por eso, la acción de gracias es un acto de fe: expresa la certeza de que uno es amado, ve más allá del bien recibido el corazón bondadoso, sin dobleces, que no espera nada a cambio.
El Santo Padre, en su última catequesis sobre la oración del año 2020, señalaba que, con "la gratitud", el mundo se vuel ve mejor: «Se divide el mundo en dos ‘decía él’: quien no da las gracias y quien da las gracias; quien toma todo como si se le debiese, y quien acoge todo como don, como gracia».
La Iglesia da las gracias por “tanto” como recibe para servir a la humanidad anunciando el evangelio a los pobres, cele brando los sacramentos para los pecadores y siendo cauce de solidaridad para los necesitados, especialmente en estos tiempos de crisis, económica y de valores.
Ese “tanto” es nuestra colaboración con la misión que Jesús confió a su Iglesia. Dios no nos pide mucho, puede ser simplemente “dos monedillas”, como las de aquella viuda, que fue agradable a Dios. Pero sí que nos pide todo, es decir, que en lo que damos nos demos, pongamos el corazón.
Lo que ponemos en común, nuestros cinco panes y dos peces, puede parecer “poco”, insuficiente para dar de comer a una multitud y, sin embargo, se convierte en “tanto”, en tantísimo, en manos de Jesús.
La Iglesia de Coria-Cáceres ofrece una amplia actividad pastoral, evangelizadora, educativa, caritativa y asistencial para que el Evangelio llegue a todos los rincones de nuestra diócesis y transforme las vidas de los fieles y también de nuestra sociedad. Y para ello necesita la ayuda de todos.
El Día de la Iglesia Diocesana nos llama a tomar conciencia de nuestro compromiso con nuestra diócesis y, en particular, con nuestra comunidad parroquial. Es, en definitiva, una lla mada a la corresponsabilidad y al compromiso como acción de gracias.
En la Iglesia sinodal que estamos construyendo, todos somos necesarios, todos hacemos comunidad. No sobra nadie y cada uno está llamado a encontrar su lugar.
Para todos va mi sincero gracias y mi bendición.