Gracias por tanto

† José María Yanguas Sanz

El próximo 6 de noviembre, domingo, celebraremos un nuevo Día de la Iglesia Diocesana, una celebración de  familia que va resultando, año tras año, particularmente  entrañable; más todavía, cuando, poco a poco, crece en la  Iglesia la conciencia de ser Pueblo de Dios, familia de Dios.  

No se trata de una convicción fruto de una actitud voluntarista, privada, en última instancia, de sólidos fundamentos.  Bien al contrario. La Iglesia no es solo la comunidad de los  creyentes en el Señor Jesús, como si nos uniera tan solo una  verdad, un lazo, a fin de cuentas, extrínseco a nosotros. Por el  bautismo recibimos la adopción filial, participamos de la vida  de Dios que nos hace hermanos, miembros de la familia de  los hijos de Dios. Cada vez resulta más fuerte en los cristianos  la certeza de la especialísima comunión que con Dios y con  los demás formamos los bautizados. Hijos de Dios en Cristo,  animados por el mismo Espíritu de amor que procede del Padre y del Hijo. La Iglesia, familia unida por lazos de sangre  sobrenatural, los lazos de la sangre redentora de Cristo. Esta  gran familia de Dios camina en este mundo hacia la patria  celestial, mientras trata de construirlo según el querer divino.  Todos unidos, en comunión, conscientes y responsables de la  misión que el Señor nos ha confiado. 

El lema que preside este año la celebración del Día de la Iglesia Diocesana dice sencillamente: «Gracias por tanto». Con  estas palabras se quiere expresar la gratitud a tantos hombres y mujeres que tanto han aportado económicamente, pero no  solo, para que el Pueblo, la familia de Dios, pueda desarrollar  en este mundo su misión redentora-humanizadora. 

Gracias a tantos por su oración, que sostiene la acción evangelizadora de la Iglesia en sus diversas formas y en sus campos más variados. No podemos perder nunca de vista que «si  el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles» (Ps 127, 1). Sin ella, el fruto de nuestros empeños pastorales sería poco más que apariencia. 

Gracias a tantos por el regalo de su tiempo, tanto más precio so en unos momentos en que quizás disponemos de más bienes que nunca, pero en el que a todos nos falta seguramente  tiempo. Gracias a tantos por sus cualidades puestas al servicio de los demás. Gracias, en fin, a tantos por su apoyo económico. Sin esa pequeña “X” marcada en la declaración de la  renta y sin otras muchas ayudas, las actividades celebrativas,  pastorales, evangelizadoras, educativas, culturales y caritativo-asistenciales de la Iglesia se verían irremediablemente frenadas. Con vuestra generosa colaboración, ¡podemos tanto! 

Por eso, a todos ¡gracias por tanto! ¡que Dios os lo pague!

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