Orgullosos de nuestra fe

† Jose María Gil Tamayo

Arzobispo de Granada

Celebramos el 12 de noviembre el Día de la Iglesia Diocesana, con el lema «Orgullosos de nuestra fe».

La palabra orgullo, en nuestro contexto actual, puede entenderse como algo superior o altivo, fruto del esfuerzo de las personas en construir el modelo que responde a su objetivo de vida.

El cumplimiento de nuestra vida está en Dios, conforme a su plan divino en la historia de la salvación. Y sin embargo, la frase que titula esta carta es acertada, porque los cristianos también estamos orgullosos de nuestra fe. Es un orgullo que no es de este mundo: el de saberse amado por Dios. Es un orgullo paradójicamente hecho de humildad, porque la fe es un don de Dios, no un logro humano.

Nuestra fe nos precede. Es la fe que hemos heredado de nuestros padres, abuelos, amigos, catequistas... y tantas personas que han acompañado y acompañan nuestra vida y nos muestran con su testimonio el don que nos sostiene en las dificultades, incertidumbres y temores, y nos da esperanza.

Y de este orgullo, es decir, de sentirnos así amados por Dios en la historia de la salvación que él escribe con cada una de nuestras vidas, nace el agradecimiento, que genera una comu-nidad de hermanos en una familia que es la de la Iglesia. Es la misma Iglesia, las mismas personas que, con un corazón agradecido, se sienten movidas a ayudar a otras personas.
Invierten su tiempo, oración, cualidades y también su apoyo económico para ofrecer lo mejor que han encontrado y han recibido gratis: la fe.

La gratitud mueve el corazón a actuar. Porque no somos espectadores donde sólo aplaudimos acciones buenas. Nos ponemos en movimiento, generando alegría, porque la viña es del Señor y no medimos nuestros proyectos o éxitos. Estamos orgullosos de ese modo de vida –orgullosos de nuestra fe– porque nos da la clave para vivir y para ayudar a otros a vivir,  desde la acción social, caritativa y en la oración, en la Iglesia. Es también orgullo de un pueblo, que comparte la misma fe: nuestra Iglesia.

En Granada, con sus comedores sociales, educando a niños y adolescentes, acompañando a ancianos en su soledad, rezando juntos, compartiendo el tiempo de la fe en las celebracio-
nes y sacramentos, dignificando los días de fiesta, sosteniendo en el sufrimiento de la enfermedad y la despedida hacia la vida eterna, dando techo y comida al hambriento... En todo
ello está la Iglesia. 

Es nuestra Iglesia diocesana, con una gran presencia de vida religiosa y fieles cristianos que dan su tiempo, oración, cualidades al servicio del reino de Dios y con su aportación eco-
nómica, para ayudar a otros hermanos más necesitados. Es el orgullo de nuestra fe, que no es el orgullo del mundo, sino del don que viene del cielo, que viene de Dios.

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