La convocatoria que hacía el papa Francisco a la participación de todo el pueblo de Dios en el Sínodo extraordinario de los Obispos que tendrá su fase final en Roma en octubre del año 2023 ha marcado un antes y un después en la vida de nuestra Iglesia diocesana.
Es cierto que lo que el sínodo ha pretendido poner de manifiesto es el carácter sinodal de toda la Iglesia. Este carácter no es algo nuevo, ha formado parte, desde su fundación, de la identidad de la Iglesia querida por Jesucristo.
El apóstol Pablo insistía en esta idea de la importancia de saber nos miembros de la Iglesia. De una Iglesia en la que todos somos necesarios, de una Iglesia que es responsabilidad de todos: hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu (1 Co 12, 4-7. 12-13).
Siguiendo la lógica de san Pablo hemos de preguntarnos por to dos esos carismas, ministerios y actuaciones. Sin embargo, esta pregunta nos lleva a una pregunta primordial: Si el Espíritu Santo no deja de actuar, ¿por qué no aflora actualmente todo aquello de lo que habla san Pablo?
No podemos caer en la trampa, ni excusarnos pensando que el Espíritu Santo ya no actúa, ya no promueve nada. La lógica de este razonamiento nos llevaría a la negación de Dios, pues estaríamos convirtiendo a Dios en un ser despreocupado, caprichoso, que actúa a impulsos, irracionalmente.
Si Dios no deja de actuar, entonces, somos nosotros quienes nos hemos cerrado a la acción del Espíritu en nuestras vidas y, consecuentemente, en nuestra sociedad. De ahí, esta situación en la que vivimos a nivel eclesial y social. «Los afanes de la vida» (Mt 13, 22) hacen que no estemos atentos a las llamadas del Espíritu y que su acción, por nuestra indiferencia, quede estéril. Porque el estilo de Dios es proponer y no imponer. Al proponer, Dios manifiesta su radical compromiso con la libertad del ser humano, aunque ello suponga un grave deterioro del bien común eclesial y social.
La otra excusa viene del deseo de «quedar bien»: «Yo me ofrecería, pero como nadie me dice nada…». Y volvemos a la cuestión inicial: ya está diciendo aquel que tiene que decir, Dios. Pues, «el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8, 26).
Sí, «con gemidos inefables». Es como si el Espíritu de Dios nos es tuviera diciendo: ¿qué más puedo hacer para que me hagáis caso?
Ante la Iglesia no valen excusas. Este Día de la Iglesia Diocesana es un buen momento para que reavivemos nuestra pertenencia, nuestra participación y nuestra preocupación por la Iglesia de Ibiza y Formentera a través de sus parroquias. En este día os pido para nuestra Iglesia diocesana oración, tiempo, cualidades y apoyo económico.
No podemos sentirnos en la Iglesia, en nuestra diócesis y en nues tras parroquias como huéspedes porque estamos en nuestra propia casa.