Dando razones de esperanza

† Gerardo Villalonga Hellín

Obispo de Menorca

Aunque no es mayoritaria, porque la presión ambiental y «la corrección política» nos acechan, la propuesta que Jesús de Nazaret nos hace a los católicos, incluidos los menorquines, da sentido a la existencia diaria de muchos de nosotros.

El compromiso con nuestra fe nos impulsa a ir contracorriente, a través de la coherencia de vida, la búsqueda de la justicia, la generosidad y servicio a los más necesitados, la oración confiada, la participación en la liturgia que, entre otros signos, alimentan la esperanza de aquellos que hemos optado por creer en él y seguir su Evangelio.

Sabemos que no nos distinguimos en nada de nuestros conciudadanos, si acaso en tratar de teñir e iluminar nuestras palabras, gestos y acciones con la fe que profesamos, siendo miembros activos de la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios que camina unido, anunciando el reino y siendo testigo, desde las respectivas funciones, del infinito amor y misericordia de Dios a todas las personas.

Es completamente actual y un servicio enorme a todos defender la verdad, los valores cristianos y las convicciones que nos caracterizan. Por ello, estamos orgullosos de optar por la vida, el amor, la familia, la atención y el cuidado a los más vulnerables... Y porque «obras son amores y no buenas razones», poniendo la luz sobre el candelero para iluminar y siendo sal para dar sabor..., lo que se muestra claramente en las realidades en las que como Iglesia nos hacemos visibles y, por supuesto, eficaces; realidades que son ejemplo de transparencia y buen hacer: Cáritas y otras obras sociales, educación católica, conservación del patrimonio cultural, catequesis, celebraciones, atención parroquial...

Como católicos somos universales. Como dijo el papa en Lisboa: en la Iglesia cabemos todos, todos, todos... sin excepciones, sin exclusivismos... Y por ello el cuidado a los necesitados no discrimina a emigrantes, a gente de color, a gente de otras religiones... porque somos miembros de Cristo, nuestra cabeza.

El humanismo cristiano y el pensamiento católico nos empujan a ir más allá de lo puramente solidario, a trascender los acontecimientos, a superar la cortedad de miras... dando solidez, entidad y profundidad a lo que somos y hacemos y afianzando nuestras razones para la esperanza.

La fe y las consecuencias de creer siguen vivas en la mente y el corazón de todos aquellos que nos consideramos creyentes, aquellos que nos sabemos instrumentos de Dios, aquellos que, impulsados por el Espíritu, apostamos por la utopía del Evangelio. Una utopía posible porque la iniciativa no es nuestra y una utopía, no lo olvidemos, construida desde lo concreto y desde las realidades cotidianas.

Que nuestra patrona, la Virgen de Monte Toro, siga acompañándonos en este continuo reto de ser y de vivir como cristianos.

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