Orgullosos de nuestra fe

† Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Cuando visito alguno de los rincones preciosos que componen nuestra geografía diocesana, no faltan personas que, sintiéndose orgullosas de su pasado y de su presente, se acer-
can a mí para señalarme algún detalle, algún aspecto significativo e importante de su parroquia, de su templo, de su familia...

Con qué ilusión hablan de lo que son, de lo que hacen, de lo que les diferencia, de lo que aportan a la sociedad, de lo que viven.

Los seres humanos estamos enraizados en un lugar, en una cultura, en un contexto concreto que fácilmente nos mueve a amarlo y sentirlo como propio. Sólo cuando se ama, se habla con ilusión de él; sólo cuando se participa de ello, se enseña y se muestra al extraño; sólo cuando se siente uno parte de ello, se descubre orgulloso a los demás.

Los cristianos celebramos el día 12 de noviembre la Jornada de la Iglesia Diocesana. Una fecha que precisamente pretende conseguir eso entre los cristianos al contemplar lo que la Iglesia diocesana de Mondoñedo-Ferrol realiza permanente o puntualmente en medio de nuestra sociedad. Con esta jornada se nos invita a los cristianos a avivar el sentido de pertenencia a nuestra Iglesia, la gran familia de la que formamos parte por nuestro bautismo.

Es un día en el que se quiere mostrar todo el trabajo, «los buenos frutos» que esta familia da al servicio de nuestra sociedad y de nuestros conciudadanos: en el campo de lo social, de lo espiritual, del patrimonio, de la cultura, de la educación, de la asistencia, de la evangelización, del cuidado de la persona y de los últimos, del crecimiento espiritual... Ciertamente son números incapaces de expresar todo lo que la Iglesia es y hace, pero que pretenden cuantificar y visibilizar algo de lo que se realiza, tomar consciencia de su importancia vital para el bien de las personas y de nuestro mundo.

Al contemplarlo y al sentirnos parte de la obra que lleva a cabo nuestra Iglesia diocesana en esta tierra, uno no puede por menos de sentirse muy «orgulloso de nuestra fe». Una «fe
que se hace obras» gracias a ti y a personas que, como tú, acogen y viven responsablemente su bautismo en la calle, en el trabajo, en el templo, en el barrio, en la política, en la econo-
mía, en la familia, en la escuela... Te invito a que contemples la gran obra comenzada y a que te sientas parte de lo que entre todos hemos realizado. Te convoco a que sigas alentándola con tu oración, con tu compromiso, con tu voluntariado, con tu aportación económica, con tu formación, con tu testimonio... Sintámonos orgullosos de tanto como hacemos entre tantos.

Vuestro hermano y amigo.

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