Los cristianos estamos llamados a confesar nuestra fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta fe es siempre una gracia, un don de Dios, que ilumina nuestra mente y nuestro co-
razón, invitándonos a prestarle nuestra adhesión. Dios nos ofrece la posibilidad de creer en él, pero la decisión última para dar ese paso depende de nuestra libertad y de nuestra voluntad. Él nunca nos obligará a creer.
No se puede vivir la fe de forma aislada o al margen de los hermanos. La fe tiene que vivirse en comunión y en comunidad. No es de nadie en particular, sino de todos los que la viven y la sienten. Por eso, la Iglesia nos invita a confesarla y a celebrarla con los hermanos, compartiendo con ellos la alegría de la presencia del Resucitado en medio de la asamblea.
La celebración del Día de la Iglesia Diocesana, con el lema «Orgullosos de nuestra fe», nos invita a dar gracias a Dios por este extraordinario regalo, que de él hemos recibido, median-
te la colaboración de nuestros padres, abuelos, catequistas y sacerdotes. Por medio de la fe, oramos a Dios como Padre, experimentamos la amistad de Jesús y esperamos el encuentro definitivo con ellos, después de nuestra peregrinación por este mundo, que siempre está animada por el Espíritu.
Pero la contemplación de Dios por medio de la fe nos invita también a la conversión, al cambio de vida para acomodar nuestra existencia a la verdad de Dios y de su amor. Este amor,
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, hemos de concretarlo en las relaciones con nuestros semejantes, especialmente con los más necesitados, pues la fe sin las obras no salva. Es una fe muerta.
Precisamente hoy, también, queremos presentar a los creyentes de la diócesis y a toda la sociedad lo que somos y lo que hacemos: las diversas actividades celebrativas, de servicio y
caridad, así como los recursos empleados en estas tareas, con la intención de ser cada día más transparentes. Es, por tanto, un día para pedir vuestro apoyo económico y para agradecer vuestra oración, vuestra generosidad, vuestro tiempo y vuestras cualidades puestas al servicio de la Iglesia.
En esta jornada, además de dar gracias a Dios por el testimonio de fe y caridad de tantos hermanos, pidámosle también que aumente nuestra fe para que no tengamos miedo a confe-
sarla públicamente y para que no dudemos nunca de su amor.