La llamada vocacional es a cada persona y a toda la Iglesia. Uno a uno, el Señor pone en nuestras vidas una misión, una tarea y unos objetivos que cumplir. Nuestra Iglesia es una Iglesia en salida porque el Señor la ha elegido y la ha enviado a todos los rincones del mundo, desde nuestro barrio o pueblo hasta la ciudad más recóndita del planeta. Con el bautismo, el Señor llama a cada persona por su nombre. Le elige, le capacita, le confía una misión y le envía.
Eso es ser cristiano y eso es existir. La Iglesia de Vitoria y cada uno de sus miembros asume las impresionantes palabras del papa Francisco: “Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo.” (Evangelii gaudium n. 273).
Queremos una diócesis orientada en clave vocacional donde cada uno saque lo mejor de sí en favor de los hermanos con más necesidad. Los últimos de la sociedad son los primeros para nosotros. Queremos una Iglesia que nos ayude a todos a discernir la vocación específica –sacerdotal, familiar o consagrada– donde se concreta el bautismo como seguimiento a Jesús de Nazaret. Queremos unas comunidades diocesanas donde cada persona pueda encontrar su lugar y ser una bendición para todos nuestros hermanos creyentes o no creyentes, y en particular para las personas más vulnerables. Esa es la vocación que debemos empezar a construir. Nunca es tarde. Podemos ser más jóvenes o más mayores, pero esa vocación ha de llevarse a cabo por nuestro bien y el de quienes nos rodean. Más que nunca, en medio de este mundo con todo lo que vivimos y las amenazas que nos rodean, Jesús nos llama a aunar esfuerzos como Iglesia y desde nuestra propia vocación en beneficio de la sociedad, de la diócesis y de toda la Iglesia.
¡Cuántos buenos matrimonios, sacerdotes y religiosos y religiosas tendrá nuestra diócesis si empezamos desde ya a trabajar en clave vocacional!
Nos acompaña santa María, la Virgen Blanca, Nuestra Señora de Estíbaliz, modelo de todas las vocaciones. A Ella le pedimos su intercesión para crecer vocacionalmente y tener un buen discernimiento.
Todo mi afecto y mi bendición.