Un Dios amor: fundamento de la fe

 Fernando Valera Sánchez

Obispo de Zamora

”Con alegría y valentía, sigamos dando testimonio del amor de Dios que nos hace suyos, que nos llama a estar con él, que nos constituye Iglesia en camino y nos envía al mundo de hoy“.

Dios es amor. Así define la historia de la salvación y concreta el Nuevo Testamento quién es Dios. Con el amor de Dios hacia el que tendemos, deseo iniciar esta breve exhortación en el Día de la Iglesia Diocesana. Como discípulos del Señor experimentamos esta verdad de forma constante. Somos criaturas amadas y redimidas por amor en camino hacia la eternidad. Somos hechura y vida suya, cuyo deseo es hacernos participar de su vida divina para la cual hemos sido creados.

Nuestra Iglesia diocesana de Zamora, cada una de las personas que la conformamos, podríamos contar y cantar maravillas al modo como nuestra madre, la santísima Virgen María, proclama en su bello Magníficat. La acción de gracias siempre constituye un despliegue de amor que suscita y trae alegría, bien querer y bien hacer. Un amor que se funda en la fe, que
requiere de la razón y que se desarrolla en la esperanza.
La fe es el fundamento de nuestra vida creyente, regalo de Dios inmerecido por nuestra parte, don que hoy quiero poner de manifiesto junto al amor para dar gracias a Dios. Esa fe que, como don de Dios, nos alienta y anima a seguir a Jesús, pobre, crucificado y resucitado. Nuestra seguridad no se asienta en nosotros, o en las estructuras, sino en la fuerza del Espíritu
Santo que nos hace clamar: ¡Abba!

Nuestra diócesis de Zamora celebra con un corazón agradecido este misterio de fe. Cada día se presenta como una nueva oportunidad de hacerla presente en nuestro mundo, de hacerla palpable en nuestras vidas más allá de las dificultades que continuamente nos circundan. Es la fe que sostiene nuestro obrar, ilumina y da sabor y calor a nuestra Iglesia. Nos insta a vivir en comunión, acentuando lo bueno que Dios ha puesto en cada uno. Nos anima a trabajar por lo que construye la unidad y la comunión. Bien dice Jesús, Señor nuestro, que conocerán que somos sus discípulos por cómo nos amamos. Esta es la enseñanza sin la que todo lo demás va perdido, pues supone el primer mandamiento fundamento de todo lo creado. Es precisamente la relación interpersonal la que hace creíble el amor cuya base siempre es la libertad con posibilidad de pervertirse. De ahí que necesitemos estar atentos a la voz del Espíritu de Dios para saber discernir y seguir las mociones que este mismo Espíritu suscita en todos nosotros.

Con alegría y valentía, sigamos dando testimonio del amor de Dios que nos hace suyos, que nos llama a estar con él, que nos constituye Iglesia en camino y nos envía al mundo de hoy.
Revitalicemos todo lo bueno, lo bello, lo verdadero, lo que construye, lo que viene de Dios y, como hermanos, hijos de Dios, démoslo a conocer.

 

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