La iniciativa nació en el año 2009, en la parroquia de San Antonio de Padua de Gijón, a cargo de los Hermanos Menores Capuchinos. En aquella época, el entonces vicario parroquial, el hermano Jesús Rodríguez Chillán, quiso poner en marcha una iniciativa que contrarrestara un fenómeno visible a todas luces: la soledad de los mayores.
En una Asturias envejecida, con el índice de natalidad más bajo de toda España, son muchos los ancianos que viven solos, o que pasan la mayor parte del día en soledad. Así nació Punto de Apoyo. “Los mayores son la memoria de los pueblos, transmiten la fe, la cultura, son un núcleo alrededor del cual la familia se reagrupa, pero en esta sociedad postmoderna la vejez está mal vista, parece algo que se quiere evitar a toda costa, y las personas mayores, al final, van quedando marginadas”, afirma Aldara Bosch, gerontóloga y responsable de Punto de Apoyo desde sus comienzos.
Unos comienzos que se plantearon siempre desde un punto de vista profesional y de las necesidades de los mayores. Por eso, esta actividad, totalmente gratuita, suele ofrecerse uno o varios días de la semana –en función de las posibilidades de los voluntarios–, y los asistentes realizan en el transcurso de la misma tablas de gerontogimnasia, fichas para estimular la mente, partidas de lotería sin dinero, además de asistir a ciclos de charlas donde se tocan temas de interés, a cargo de profesionales colaboradores como farmacéuticos, médicos geriatras, oftalmólogos, psicólogos, nutricionistas, abogados o trabajadores sociales. “También tenemos charlas a cargo de bomberos y policías sobre la prevención de incendios, medidas de protección y todo tipo de talleres de salud con temas que van desde la prevención ante las caídas, los cuidados frente a la depresión, o, por ejemplo, cómo dormir mejor, que son muy bien acogidas por los asistentes, que participan activamente”, explica Aldara Bosch.
Lejos de quedarse aislada entre las cuatro paredes de la parroquia, esta iniciativa de Punto de Apoyo se abrió y ofreció solidariamente a todas aquellas parroquias que estuviera interesadas en contar con ella. Ahora, diez años más tarde, Punto de Apoyo se encuentra operativa en trece parroquias de Gijón, y recientemente acaba de implantarse en Ciaño, una localidad de la zona central de Asturias, en la cuenca minera, y también en Turón. En total, son más de trescientas personas las que se benefician de sus actividades, y más de sesenta voluntarios los que están detrás de esta labor, con el sustento tambiénde los hermanos Capuchinos, quienes incluyeron esta actividad bajo el “paraguas” de Sercade (Servicio Capuchino para el desarrollo), donde se coordinan todas las actividades de acción social de los Capuchinos en la Provincia de España. El perfil del usuario de Punto de Apoyo es mayoritariamente femenino, siendo generalmente viudas las asistentes. “Los hombres son más reticentes a acudir a las actividades que proponemos –reconoce Aldara–. Hay una razón importante para ello: los hombres, aunque tengan una edad avanzada o hayan enviudado, tienen una manera diferente de compartir sus aficiones y su tiempo con otros. Entre sus rutinas suelen estar el fútbol, quedar con amigos para pasear o los juegos de azar como las cartas”. Mientras tanto, no es infrecuente que, con el tiempo, las mujeres que acuden a Punto de Apoyo terminen quedando para pasear o tomar un café. De esta manera, y tal y como explican sus creadores, esta iniciativa se convierte en un marco de compañía protegido en un entorno que los mayores conocen de sobra y les ofrece confianza, como es su propia parroquia, habitualmente, el lugar que les ha acompañado en algunos de los momentos más importantes de sus vidas.
El motivo fundamental y el origen de todo ello no deja de ser “el que nos mueve a todos los que creemos en Jesús” –recalca el párroco actual de San Antonio de Padua, Benjamín Serrano–, “que es irradiar el amor a todos los que nos rodean y especialmente a los más necesitados, y entre ellos, hoy, están nuestros ancianos que por múltiples circunstancias pueden encontrarse en situaciones complicadas, no solo a nivel económico, sino afectivo. Por eso, el poder ayudarles a pasar el tiempo de una manera más agradable es una forma de compartir nuestra vida y volcar en ellos el amor que hemos recibido de Cristo”.
Anabel Llamas
Delegada Episcopal de Medios de Comunicación Social del Arzobispado de Oviedo.