Los cargos normalmente se ejercen por un familiar: padre, madre, hijo, etc., pero si la persona adulta no tiene familiares o estos no pueden o no quieren asumir esta responsabilidad -o el juez no las considera idóneas- puede nombrarse tutor a una persona jurídica. Este es el caso de la Fundació Germà Tomàs Canet, que trabaja desde hace 28 años dando protección jurídica a personas con enfermedad mental.
Es una necesidad social que la Orden Hospitalaria ha querido atender desde siempre y ha provocado la adaptación de la forma de entender nuestra misión, pasando de trabajar desde una esfera muy vocacional, interna y exclusiva de “proteger” a las personas enfermas mentales y permanentemente ingresadas en nuestros centros, a atender una realidad social mucho más diversa, intensa y compleja.
Hoy en día se realiza desde una perspectiva profesionalizada, en la que la vocación continúa siendo el punto de partida, pero la preparación, formación y especialización social, jurídica y económica son claves y permiten ofrecer una protección efectiva y adecuada a las necesidades de la persona que ha de ser protegida.
Como en el caso de Pepe, una persona que, a pesar de su enfermedad mental, ha entendido a la perfección que la Fundación está para mejorar su vida y protegerlo en esas áreas donde es más vulnerable, procurando potenciar sus capacidades para intentar mantener al máximo su autonomía. Se le ha gestionado una vivienda social que le ha permitido tener un hogar. Ha aprendido a tener más control de su dinero y a tener conciencia de su enfermedad haciendo un seguimiento médico muy correcto.
La responsabilidad de ser tutor o curador debe generar constantes dilemas éticos, por la intervención que supone en la vida de las personas y porque en ocasiones implica de manera inevitable «tener que decidir por ella». La actitud y sensibilidad de los profesionales implicados en el proceso de toma de decisiones es uno de los aspectos fundamentales en los que ponemos atención constante.
La protección efectiva debe garantizar por un lado la libertad e independencia, y estar restringida exclusivamente a las áreas de su vida que precisan apoyo; por otro, debe ser un verdadero estímulo en aquellos ámbitos en que la persona sí se puede valer por sí misma: acompañándola y apoyándola en sus capacidades.
A Pepe se le explicó la oportunidad que tenía al acceder a un piso donde tendría su propia habitación y aunque, de entrada, no daba muestras de entusiasmo por el miedo de enfrentarse a esta nueva situación; con nuestro acompañamiento se fue dando cuenta de que podría estar en un entorno tranquilo. Así fue como empezó a vivir sin miedo. Y, aunque sigue teniendo una mirada triste, sus ojos reflejan el agradecimiento, la alegría y la tan ansiada tranquilidad de estar en un lugar donde vivir en calma.
De este modo entendemos nuestro trabajo, como un exponente de sensibilidad social respecto a la necesidad de garantizar los derechos y obligaciones de los más frágiles, con la convicción de que la sociedad ha de contar con instrumentos que garanticen la atención, el bienestar y la defensa de los derechos de las personas que precisan de esta protección. A la vez que conjugamos el ejercicio de protección ajustada a las circunstancias que cada uno precisa con el máximo respeto posible a su opinión, como principal afectado, y, siempre que es posible, a sus decisiones.
ANNA MARIA PRATS MALRÀS
Directora de la Fundació Germà Tomàs Canet
Orden de San Juan de Dios
Provincia de Aragón-San Rafael