Seis familias españolas comparten cómo y desde dónde viven cada día. Sus rutinas, sus valores, sus ilusiones.
Y su fe
Familia Borràs-Viñas / Barcelona Josep Maria Borràs (67), ingeniero técnico electrónico, y Montserrat Viñas (64), técnico turístico, con su hija Beatriz (37), el marido de esta, Sergi, y Abril (3), la hija de ambos.
Nuestra vida ha estado marcada por el ejemplo que nos han dado nuestros padres, muy religiosos, por la oración; escuchar que era lo que Dios nos pedía y mirar de ponerlo en práctica.
En el transcurso de los años este llamamiento ha ido cambiando y hemos realizado muchas actividades que nos han llenado de gozo, nos han hecho crecer y cuestionar lo que aprendimos. También hemos sido marcados por experiencias que nos han dejado huella, tanto a nivel personal como de pareja.
Cuando éramos jóvenes, participamos en las reuniones del “grupo de jóvenes” de los Franciscanos Menores Conventuales, donde aprendimos a reflexionar y meditar las Lecturas. También nos apuntamos a los Grupos “de Oración y Amistad” donde encontramos la fuerza de la oración en grupo. Hicimos dos cursillos prematrimoniales, pues del primero no quedamos satisfechos, fue demasiado corto y sin mucha profundización. Después de casados nos seguimos reuniendo, durante años, con las parejas con las que compartimos el segundo cursillo prematrimonial.
Tuvimos una hija, que fue una bendición, los dos recordamos el momento de su nacimiento como el más feliz de nuestra vida, aquel ser pequeño fruto de nuestro amor. Queríamos tener más hijos, pero no llegaron. Hicimos catequesis familiar en los Franciscanos y animamos a nuestra hija a recibir también catequesis en la iglesia, y aunque la dejó más adelante, la semilla ya estaba sembrada
(JM). – Superé un cáncer de una forma, para mí, milagrosa. Este hecho también fue un punto de inflexión en nuestras vidas, un contacto con la realidad de la muerte. Las muertes de nuestros padres también hicieron incrementar nuestra oración. La dureza del cáncer y la del Alzheimer te hacía preguntar el porqué.
Se nos pidió que animáramos los diálogos prematrimoniales de los novios y así lo estamos haciendo desde hace más de 30 años. Esto nos ha ayudado mucho como pareja porque como se los decimos: “siempre tenemos que mantener el rescoldo del fuego para que no se apague el amor” y por otro lado nos “obliga” a salir de nuestros mal humores. Seguimos muy vinculados al CPM (Centros de Preparación al Matrimonio). Nos permitió entrar en el Consejo Pastoral Diocesano de Barcelona, como representantes de los Movimientos de Familia, donde fuimos consejeros 6 años.
Ahora, desde hace 8 años y debido a la falta de sacerdotes, colaboramos con las Celebraciones de La Palabra en la Vall d’en Bas pues se están cerrando las iglesias por falta de presbíteros.
Tenemos una nieta de tres años, que nos ha vuelto a cambiar la vida. Nos ha hecho rejuvenecer y procuramos inculcarle el amor a Jesús.
Ahora estamos ambos jubilados y tenemos más tiempo para ayudar, yo (JM) querría ser diácono. Deseamos servir a la Iglesia como matrimonio, los dos juntos.
Participamos en la comunidad de fieles de las parroquias de San Esteve y Joanetes a las que nos sentimos muy vinculados y esto nos llena de gozo y satisfacción. Tenemos claro que la prioridad es la familia y procuramos compartir y disfrutarla todo el tiempo posible a pesar de las dificultades de horarios trabajos, pandemia, etc. Como decíamos al principio, la vida está marcada por etapas y nos vamos adaptando a las nuevas situaciones que a veces nos gustan y otras que no, pero nos ayuden a crecer espiritualmente. Solo es trata de ir “escuchando” qué se nos pide, y sobre todo no dejar la oración ni el crecimiento personal (leyendo y asistiendo a clases y cursos de formación), que a pesar de este tiempo de pandemia lo podemos hacer telemáticamente.
Familia Quero-Romera / Jerez Manuel (67), fontanero electricista y Loli (67), gestión del hogar y María (43), Manuel (41), Luis Moisés (39), Inmaculada (37), Gema (34) y Pablo (22)
Somos Loli y Manuel. Llevamos casados 44 años. Nos conocimos en una parroquia de Barcelona a los 22 años. Tenemos seis hijos en la tierra y uno en el cielo. Actualmente residimos en Jerez de la Frontera. Pertenecemos a dos comunidades, Christifideles laici y Camino de Emaús. Siempre hemos estado arropados por nuestra comunidad. Nuestros hijos han recibido educación religiosa en ella, compartiendo su fe con otras familias.
Cada uno de nuestros hijos ha seguido su camino, ahora ya son mayores. Dios nos ha regalado dos vocaciones: una sacerdotal y otra consagrada. Y dos hijos que nos han dado seis nietos. La mayor está soltera, pero siempre está ayudando a todo el que lo necesita.
El mayor regalo ha sido Pablo, que es el pequeño. Tiene 22 años y síndrome de Down, y es todo bondad, ternura, dulzura. En este confinamiento Pablo ha sido y es un ejemplo. No hemos tenido que esforzarnos mucho porque todo lo ha visto natural. Al principio creíamos que iba a ser más difícil. Pero solo tuvimos que comportarnos con naturalidad, sin crispaciones ni nerviosismo; él actúa también así. Hacía su tarea en el ordenador, veía a sus amigos y también hacía gimnasia y bailaba. Más tarde, ya pudimos salir e ir a sus clases por las mañanas; por las tardes él con sus juguetes se monta sus juegos. Los domingos vamos a misa y siempre es un ejemplo de seriedad, parece que sabe lo que allí está sucediendo.Tuvimos que decirle que tenía que comulgar en la mano y él, con toda la naturalidad del mundo, lo hizo y lo hace a la perfección. Le encanta hacer de monaguillo, especialmente cuando viene su hermano sacerdote de Italia. No hace falta que le diga cómo hacerlo, su hermano lo mira y con la vista le indica y él lo hace. Sus hermanos lo cuidan mucho y nosotros estamos muy orgullosos de todos. Pero Pablo es el ángel que el Señor nos ha mandado para que nos cuide en la tierra».
Familia Mielgo-Anciones / Ciudad Rodrigo Daniel Mielgo (40), informático, y Teresa Anciones (45), diseñadora gráfica, con sus hijos Jimena (15), Clara (14) y Raquel (12)
Somos de Barruecopardo y Tamames, dos pequeños pueblos pertenecientes a la diócesis de Ciudad Rodrigo. Nos conocimos en un grupo diocesano de jóvenes cristianos, El Manantial, que nos enseñó a amar nuestra tierra, como un regalo de Dios. Una tierra envejecida, siempre en crisis, al oeste del oeste, en la España vaciada. Y aprendimos a amarla, tanto que apostamos por quedarnos en ella, para formar aquí nuestra familia. Vivimos en Ciudad Rodrigo, una ciudad pequeña, histórica, preciosa, tranquila, ideal para vivir.
Aquí montamos nuestra pequeña empresa dedicada a la venta de equipos informáticos y desarrollo web, entre otras cosas. Somos autónomos y la mayor parte de nuestro trabajo puede desarrollarse desde casa, lo que nos otorga cierta flexibilidad a la hora de compatibilizar la vida familiar con la laboral y pasar mucho tiempo juntos.
Actualmente, invertimos gran parte de nuestro tiempo libre en actividades pastorales. Ayudamos en la parroquia, cada uno según sus talentos y sus posibilidades. Y colaboramos con las delegaciones diocesanas de Familia y Vida y de Apostolado Seglar. Al igual que otras personas de nuestra diócesis, dos o tres domingos al mes, acompañamos a algunas comunidades en sus celebraciones dominicales en ausencia de presbítero y nos gusta mucho hacerlo en familia.
Vivimos con alegría nuestra vocación al matrimonio, a la familia, sabiendo que es algo que debemos cultivar, mimar y hacer crecer… y no solo en nuestra casa, sino más allá. Por eso, para nosotros es un placer trabajar en la pastoral familiar, junto a varias familias que están poniendo mucha ilusión y mucho esfuerzo.
Vivimos la fe en casa de una manera natural. Cualquier momento es bueno para admirarse en voz alta de cómo actúa Dios en las pequeñas cosas, en el día a día; para poner las cosas cotidianas en manos de Dios; o para confiarle nuestras dificultades. Y aunque nuestras hijas han acogido nuestra fe siempre con alegría, son adolescentes y es momento de que ellas se encuentren con Jesucristo en primera persona y puedan experimentar en carne propia todo aquello que siempre hemos intentado transmitirles. Y ahí la tarea es rezar mucho por ese encuentro, proponer sin imponer, acompañar sin agobiar…
Obviamente, cada día metemos la pata miles de veces; pero experimentamos cómo la familia es ese entorno en el que el amor incondicional de los tuyos te permite empezar de nuevo cada día, sin dejar de aprender nunca. Porque a veces, la vida no pone fáciles las cosas, pero lo mejor es que sabemos que no estamos solos en esto, que Dios está muy presente y nos ayuda de mil maneras. La familia es escuela de amor, escuela de perdón, escuela de Dios.
Familia Lugo / Toledo M. del Valle Lugo Relanzón (43), profesora y sus hijos Pablo (15), Fernando (15) y Carlos (14)
Mi nombre es Valle, soy madre de tres hijos varones, Pablo, Fernando y Carlos. Vivimos los cuatro solos ya que mi matrimonio se rompió. Hoy puedo decir que Dios actúa y pone en tu camino a personas que te apoyan y guían. Así, Dios puso en mi camino al Grupo Santa Teresa de la Archidiócesis de Toledo, (formado por mujeres separadas y divorciadas), que me ayudó a seguir a delante en esos duros momentos.
A día de hoy puedo hablaros de mi familia como verdadera familia cristiana; tratamos de vivir siguiendo el ejemplo de la Familia de Nazaret, aunque a veces cuesta un poco.
El día a día de mi familia es como el de cualquier otra. Entre semana nos levantamos temprano, ya que yo trabajo en un centro educativo, soy profesora de Religión Católica de Primaria, en un pueblo que está a unos 25 km de nuestra casa. Mis hijos acuden al Colegio, los tres están en diferentes cursos de la ESO. Ellos van solos al cole porque está cerca de casa; la verdad que esto es una suerte. Ellos entran a las 8:30, así que salimos de casa todos prácticamente al mismo tiempo.
Después del cole, comemos en casa. Llegamos casi a la misma hora, bueno yo soy la última en llegar. Ellos me esperan para comer, incluso a veces me llaman para ir haciendo la comida, (ya son unos hombrecitos). Para mí es importante este momento de la comida, porque nos juntamos los cuatro y hablamos de nuestro día, de qué tal nos ha ido. En este momento, hacemos presente a Dios, porque la mesa donde se come es un altar en la casa. Comenzamos haciendo una oración dando gracias a Dios por lo que nos da tanto a la hora de comer como de cenar.
Luego, como sucede a la gran mayoría de las familias, las tardes, entre tareas y actividades extraescolares, están completos. Yo ya estoy un poco más descargada porque son mayores, aunque este año, al practicar el deporte fuera de la ciudad, tengo que llevarlos.
Llega la noche: cena, un ratito de relax y a dormir. Cuando nos vamos a dormir, les invito a rezar, En este tiempo, he descubierto que mi hijo mayor suele rezar un misterio del Rosario antes de dormir, si no le puede el sueño. Esto me hace ver la mano de Dios sobre mis hijos; cómo a pesar de la ausencia de su padre, Él no los abandona.
En cuanto a nuestra vida parroquial no se reduce a la misa dominical, sino que es una parte importante en nuestras vidas. Yo doy los lunes catequesis de 1ª Comunión. Nosotros estamos también en una Comunidad de nuestra Parroquia.
Mis hijos están en un grupo de post confirmación, que se llama Padrinos; se juntan todos los viernes por la tarde, cada uno con su grupo; están encantados. Vamos, que están toda la semana deseando que llegue el viernes tarde; son capaces de renunciar a cualquier cosa por asistir. Aquí de nuevo veo la intervención de Dios, pues la adolescencia es difícil de llevar y más si estás sola para afrontarla. Él como Padre, los protege y les regaló a cada uno su grupo de Padrinos.
El domingo rezamos laudes en familia; en la mesa del salón colocamos un mantel blanco, una cruz y si hay flores también, y rezamos. Otras veces nos juntamos con otra familia para rezarlos como pequeña comunidad.
La verdad es que, a día de hoy, y por duro que resulte a veces, tengo que dar gracias a Dios por la historia que hace con mi familia. Porque permite que se mantenga unida, que ante la dificultad nos agarremos a Él, que recemos juntos. Que se dé el perdón, algo que considero muy importante, porque nos une más, nos hace amar al otro en su debilidad. El pedir perdón y perdonar nos hace más humildes. Cuando hablo de esto a mis alumnos y les digo que los padres también hay ocasiones en que nos equivocamos y que debemos pedir perdón a los hijos, se les ponen los ojos como platos. Yo les digo que, igual que mis hijos me piden perdón, yo también se lo pido a mis hijos, porque también me equivoco.
Solo puedo decir que mi familia es lo que es gracias a la mano del Señor que ha permitido que, a pesar de tambalearse en algunos momentos, nos hayamos mantenido y sostenido, porque Él no ha apartado su mano de nuestras cabezas.
Familia Failde-Espiga / Lugo Leo (7), Lorena (45) y Dani (40), ambos profesores
Somos Leo, Lorena y Dani. Y sí, en esta familia de tres intentamos crecer juntos en la fe en el día a día. Nuestra vida está llena de pequeños detalles donde descubrimos la presencia de Cristo y agradecemos profundamente como Él llena nuestro hogar.
A Leo le apasiona la música, así que cada mañana desayunamos mientras charlamos un poco y dejamos que la melodía de fondo anime el amanecer y nos vaya descubriendo una nueva oportunidad para dar gracias a Dios por el día que comienza.
Salimos de casa Leo y yo [Dani] y de camino al colegio, ya desde hace unos años, me reconforta el santiguarme al pasar delante de la iglesia de San Francisco Javier ya que en su fachada hay una bonita cruz de forja con vitrales rojos y amarillos. Al principio lo hacía casi furtivamente, un tanto escondido y pensaba que nadie me veía; pero, un día me sorprendió comprobar que Leo también lo hacía, así que ahora lo hacemos los dos juntos y rezamos alguna oración mientras vamos caminando.
El trabajo, desde luego, absorbe buena parte de nuestro día a día, pero aún así procuramos hacer un alto para poder hacer un rato de oración personal. Los dos tenemos el inmenso regalo de trabajar en dos centros donde la capilla es el centro de la casa y poder estar delante del Señor y dedicarle un tiempo reconforta la mañana. A veces estás cansado, o te desanima alguna circunstancia, y llegar al Sagrario y contarle a Jesús lo sucedido, reconforta el ánimo y surge en el corazón sus palabras: “¡No tengas miedo!”. También es bello acudir ante Él y agradecer gestos preciosos que nos llenan de alegría.
Para nosotros el trabajo es una vocación. Poder educar es acompañar a tantos niños y jóvenes en su crecimiento, descubrir sus capacidades, empujarlos en las dificultades, abrirlos a la fe como encuentro con Jesús… Algo que hacemos también con Leo, que siempre tiene una inmensa curiosidad por conocerlo todo. Así, nuestras tardes, están llenas de trabajo y juegos, donde podemos compartir los tres el crecer como familia en del tiempo de estudio y preparación de las clases, y en poder jugar con Leo. Y acabar el día de una manera muy reconfortante leyendo un cuento mientras Leo va cogiendo el sueño. Es el momento, además, en el que aprovechamos para rezar el Rosario.
Los fines de semana son también la ocasión perfecta para descansar y hacer alguna salida juntos. Vamos a caminar por el campo o hacemos algo de deporte con las bicicletas o el balón. Y aprovechamos para ver alguna película por las tardes. Y, por supuesto, la Eucaristía. Estamos muy contentos porque a Leo le gusta ser monaguillo y eso hace que esté más atento al Misterio que allí sucede.
Familia de Inmaculada y Milton / Madrid Inmaculada, Milton, Mar, Gabriel, Celeste y Pedro Pablo.
Somos Inmaculada y Milton, formamos una preciosa familia con cuatros hijos, en la actualidad ya convertidos en unos jóvenes estupendos de los que nos sentimos muy orgullosos, y sus nombres son Mar, Gabriel, Celeste y Pedro Pablo.
Procedemos de Republica Dominicana y llegamos a España en el 2006, después de qué nos atracarán, con violencia, en nuestra casa de Santo Domingo…quedamos inquietos con mucho miedo por lo que nuestras familias nos ofrecieron venir a España por la seguridad de los niños…así qué todos visados, y con Rosario en mano, cruzamos el océano. Algo que teníamos claro al llegar a Madrid, era buscar una comunidad neocatecumenal donde continuar el camino al que ya pertenecíamos en nuestro país.
El Camino nos puso en contacto con la Parroquia de Santa Catalina de Siena, nos incorporamos a la comunidad quinta. Llegar a un país nuevo, a una ciudad nueva, aunque parte de tu familia ya se encuentre en él, es dejar todas tus raíces atrás, se hace duro…pero nosotros teníamos la confianza puesta en el Señor y en nuestra Comunidad del Camino.
Fuimos acogidos como si lleváramos toda la vida, nos abrieron sus corazones y sus hogares, nos ayudaron a empezar, nos buscaron trabajo. Pero llegó la crisis. Mi marido perdió su trabajo… Enfermó…Mucho sufrimiento pero de nuevo el Señor otra vez a nuestro lado, por medio de la comunión de los santos.
Sentimos, con una delicadeza increíble, que no nos dejaba, lo sentíamos en nuestros hermanos del Camino…increíble!!…personas que no eran familia nuestra, y teniendo muchos de ellos incluso más hijos que nosotros, se volcaban para que nunca nos faltara de nada, ni ropa, ni comida, ni transporte… Hermanos que desde San Chinarro nos llevan a nuestra casa en Rivas, para poder seguir con nuestra actividad pastoral ya que significaba para nosotros salir de casa una hora y media antes. Hemos atendido la Catequesis de los niños de la Parroquia, pero estos dos últimos años, yo no he podido participar de las catequesis por tener a mi madre, de 94 años en casa y creo que ahora esta es mi sagrada misión.
Nuestra familia está muy implicada en la Parroquia y en la Comunidad y nuestros hijos han hecho su recorrido de vida de fe en el Camino y, con la edad que ya tiene, la decisión es fruto de un discernimiento personal.
Nosotros no hemos sido de darles grandes pláticas, creemos que el mejor ejemplo es la coherencia de vida…y así hemos procedido. Cuando escribíamos este testimonio reflexionábamos sobre nuestra vida y a pesar de todo lo vivido llegábamos a la conclusión de…¿cómo no vamos estar agradecidos a la Iglesia que se manifiesta, a través de los hermanos de nuestra Comunidad? ¿Cómo no fiarnos de un Dios, que se nos hace presente en nuestras vidas como Padre, que acontece, que nos educa, cambia y transforma sin mirar nuestra condición…? No importan las crisis, las pandemias, los gobiernos de la tierra…porque el Señor es quien hace Alianza con nosotros y su Amor y Alegría nos acompañan siempre.
Estamos contentos y agradecidos de toda nuestra “historia de salvación”, de nuestro matrimonio, de nuestra familia, y aunque en ocasiones nos ha costado mucho entender algunas cosas, también es cierto que hemos visto a Dios interceder en otras tan claramente que solo podemos decir ¡gracias Señor!
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